Este testimonio es de Sandra Muñoz, laica de la parroquia San Pedro y San Pablo, miembro del grupo de arpilleristas Mariposa Colibrí. A fines de febrero fueron invitadas por el Gremio de Escritores del Perú a compartir su arte que tiene como principio el trabajo comunitario –que por cierto nace en Chile en dictadura y al alero de la Iglesia-. Hasta Lima llegaron ocho mujeres del grupo. Expusieron en la sede del gremio de escritores, en un encuentro de solidaridad entre pueblos latinoamericanos, y también cantaron “El Palomo”, un chapecao que habla de una mujer que cría un palomo “solo para mi recreo”, y luego dice: “dejándome sola y llorando, se voló y se fue”…
El grupo también visitó a un grupo de mujeres presas del centro penitenciario Ancón II, para dejarles de regalo la arpillera que bordaron con tanta esperanza y cariño para ellas. De ese encuentro de mujeres hablan las siguientes líneas.
Por Sandra Muñoz Gutiérrez
La melodía del celular nos despertó a las cinco de la madrugada, hora programada para levantarnos a nuestra principal misión que teníamos como grupo de arpilleras Mariposa Colibrí. Era un día muy esperado por nosotras ya que iríamos a dejar la arpillera confeccionada para nuestras hermanas presas políticas del penal “Ancón II”, ubicado en el distrito de Ancón, en Lima, Perú. Hasta allí habíamos llegado 8 mujeres desde la zona sur de Santiago.
Después de dos horas llegamos asombradas por la tremenda distancia y lo inhóspito del lugar. Antes que nosotras ya había 200 personas esperando poder ingresar. Un ramillete de muchas mujeres de distintas edades embellecían aquel lugar tan lejano y pobre. Poco a poco nos fuimos acostumbrando e interactuando con el lugar y las personas. Un gran momento fue elegir, en la entrada del penal, ropa para poder ingresar ya que solo se podía entrar con falda y polera. Elegimos faldas de acuerdo a nuestra personalidad y dejamos encargada nuestra ropa en una bolsa amarilla transparente. Todo este vestuario se arrienda a un bajo costo. En este momento de espera nacen las reflexiones más profundas, ves que a los más pobres es a quien la pobreza golpea más duro y es también ella la que les da la fuerza a contracorriente para no dejar abandonados a sus seres queridos. Son rostros sencillos que cargan penas y bolsas pesadas de alimentos para alimentar el cuerpo y el espíritu. Despierto de mi reflexión y ya llega la hora de entrar, hay nerviosismo y ansiedad en cada una, nos marcan como corderos una y otra vez, avanzamos lento cada patio, pasamos la revisión personal, para nosotras, muy respetuosa, y eso nos alegra porque pensábamos que podía ser más invasiva.
Después de un largo recorrido y de habernos aprendido el nombre a quien iríamos a visitar, ingresamos con fuerza y sin miedo. Nos dan una bienvenida impresionante, la alegría llena todos los espacios: abrazos, besos y miradas de cariño nos brindan cada una de las diecisiete mujeres que llevan más de 25 años de encierro.
Es un momento sagrado donde se unen brazos de libertad y condena, puertas abiertas y cerradas, privado y público, libertad y pensamiento, paloma y jaula, cuerpo y alma, prisión y fuga, Jesús y Judas, todo y nada.
Nos muestran tres murales sobre la mujer en la historia peruana–prehistoria, preincario, el proyecto es hacer un recorrido de la mujer por la historia y de qué forma itinerante se mueva por el país o fuera del país.
Nos hacen pasar al patio y nos presentan una hermosa danza llamada “CONTRACORRIENTE” y otra en homenaje a la mujer para este 8 de marzo. Ambas hermosas y con un mensaje que muestra la fuerza de la mujer para salir adelante en las más difíciles condiciones. Delicados movimientos se deslizan por la tela que representa a los huaicos que amenazan con vencer la resistencia de un pueblo.
Almorzamos exquisito y muy bien atendidas, acompañadas por una conversación que tiene un hilo conductor: compartir la vida, la esperanza, el arte que transforma los espacios prisioneros, las condenas injustas a estas mujeres, a nuestras “mariposas colibrí” en el santuario de la prisión.
Ha llegado el momento de entregar nuestro presente que ha viajado de tan lejos y confeccionado con tanto cariño. El manto sagrado de arpillera se extiende en la mesa para sorprender a estas mujeres y cada mariposa bordada las saluda para entregar un mensaje de paz y cariño para cada una .
No queremos irnos. Nos entregan un presente a cada una en agradecimiento por nuestra visita.
Partimos con el corazón apretado, un huaico corre por nuestro cuerpo queriendo arrasar la esperanza que nos llevó a verlas y recordamos a nuestros seres queridos y nos levantamos con fuerza tomadas de la mano para seguir bordando por un mundo mejor.
Hermoso relato! Qué bello lo que puede producir el arte.