Artículo de Alberto Toutin ss.cc., publicado en “Tribuna 21”, de la revista 21, de mayo de 2019.
El 8M es una de las expresiones ciudadanas del mundo globalizado más importantes del último tiempo: por el número de participantes y por lo revelador de anhelos de fondo. Aspiraciones que recorren tierras diversas y globalmente unificadas de justicia y de igualdad en las condiciones de trabajo y en las remuneraciones, de mayor participación en los espacios de dirección y toma de decisión, de superación de esquemas ciegamente patriarcales y que operan en el uso del tiempo, en el abuso de los recursos, en los lenguajes y en las prácticas sociales no inclusivas, etc. Es una forma de ciudadanía, activa, que se hace visible en los espacios públicos y obliga a repensar no solo el rol de las mujeres. Tiene que ver con una búsqueda de nuevas formar de vivir-juntos.
Una adolescente sueca decide instalarse sola en las afueras del parlamento sueco para protestar contra el calentamiento global. A Greta Thunberg le duele lo que estamos haciendo con nuestro planeta. Le indigna que no se haga nada por implementarlas. Su convicción es que las esperanzas del futuro se hacen posible ahora, por la acción que hoy se puede implementar. Basta de declaraciones huérfanas de una voluntad de cambio. Por las redes sociales, su causa reencuentra el anhelo de miles de personas, especialmente de adolescentes. Entonces pone en marcha los “Viernes por un futuro“. Me impresiona no solo el número de adolescentes que responden a esta iniciativa, sino sobre todo el anhelo de fondo que revelan. Nuestro planeta sufre y lo pagan los más pobres. El consumo nos lleva inconscientemente a la autodestrucción. El grito del planeta tiene su eco más fuerte y crítico en la voz de los jóvenes, que nos preguntan: “¿Qué haces para evitar mi destrucción y la tuya?”.
Un grupo de mujeres de una parroquia católica en Münster (Alemania), hartas de declaraciones grandilocuentes sobre su presencia en la vida de la Iglesia, proponen hacer una “huelga eclesial”. Durante una semana, del 11 al 18 de abril, las mujeres no asistirán al culto en las iglesias, ni participarán en voluntariados ni en otros servicios pastorales. En lugar de ello, invitan a reunirse fuera de las iglesias, a pastores, laicos y laicas y celebrar allí los actos litúrgicos. No quieren dejar la Iglesia. Quieren hacer visible el hecho que las iglesias no pueden funcionar sin el compromiso de las mujeres. Un anhelo traducido en acción. La pregunta es: ¿Qué hacemos para que la Iglesia católica cambie en sus formas de organización, participación y decisión?
El 8M, el “Viernes por un futuro” y “la huelga eclesial”, ¿no son llamados de alerta ciudadana para despertar de nuestro sopor y nos movilicemos para que nuestro modo de habitar el planeta y nuestras formas de ser Iglesia cambien? El que tenga ojos para ver que vea y… actúe.